El camina, corre, gatea, salta, investiga objetos y situaciones… además de permitirle al niño desarrollar su físico y liberar energías, también le hacen ser más independiente, pues comprueba que sus capacidades físicas aumentan y con ello la confianza en sí mismo.
Para que el niño llegue a ser independiente precisa disponer de oportunidades de elegir, decidir, tomar iniciativas, cometer errores, y comprobar lo que ocurre tras sus acciones. Sólo de este modo, aprenderá a encontrar soluciones a sus propios problemas.
A su vez, el niño precisa sentir que se confía en él, tener posibilidad para hacer acciones solo y mostrar sus resultados y logros. Así aumenta su autonomía y confianza.
Progresivamente, el niño podrá y querrá hacer muchas cosas solo, tratará de comer, ponerse la ropa, lavarse los dientes, atarse los zapatos…, logrando cada vez una mayor autonomía.
Así las cosas, es interesantes alentar al niño a resolver sencillos problemas a través de juegos, juguetes y situaciones cotidianas. Si se le da todo hecho y se le da sobreportección, se volverá pasivo y dependiente en exceso. Mientras que si se confía en él, se podrá comprobar cómo va respondiendo a la confianza puesta en él y cómo va mejorando.
De la aceptación que le depositen los adultos y de la permisividad que se tenga en relación a su deseo de independencia, dependerá sustancialmente el desarrollo de su autonomía y de confianza.