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¿Cómo educar para tener hijos triunfadores?

05-03-2013

Uno de los mayores anhelos de los padres es tener hijos e hijas capaces de vencer en la vida, en todos los ámbitos que la constituyen: profesional, económico, social, cultural y espiritual. Es un deseo encomiable, justo y necesario.  

     

¿Cómo pueden los padres convertir este singular y escurridizo anhelo en una hermosa y satisfactoria realidad? 

Esta responsabilidad no se realiza automáticamente con el transcurso del tiempo.  Los hijos y las hijas dejados a su propio arbitrio no se convierten repentinamente en personas que reciben una corona de laurel o una medalla de oro cuando sean mayores de edad.

Debemos preparar a nuestros hijos para el mundo del futuro. En ese mundo, lo determinante para triunfar será el carácter y no el conocimiento como pudiéramos creer. Tener temple, salir de los fracasos adecuadamente, hacer de  los fracasos un desafío y no una tragedia, eso será lo que buscarán los seleccionadores de personal.

Un hijo forjará carácter si percibe claramente la autoridad -no autoritarismo- de los padres (ambos). Con presencia de autoridad los  chicos a su vez actuaran con autoridad para resolver sus problemas; actuarán  por "determinaciones". Sin presencia de autoridad nuestros hijos  serán débiles de carácter y actuarán por "impulsos" con los consecuentes problemas de adaptación; y la regla será: "La  autoridad no debe humillar".

 

¿Queremos que nuestros hijos no sufran?

Entonces hay que  prepararlos para sufrir. No podemos estarles evitando todo el tiempo, todo  posible sufrimiento sino, ¿cuándo aprenderá?  Debe comprender la muerte, los  problemas de la vida, los problemas en el trato con sus congéneres. No  debemos resolverles todos los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco  los resuelvan ellos mismos. Nadie logra metas exitosas, sin un poco de sufrimiento.

 

El desafío de padres y educadores de este nuevo siglo, es lograr criar niños saludables, felices, responsables, sensibles y morales, a pesar de las dificultades. Y queremos hacerlo. Hoy más que nunca debemos apelar a la fortaleza interior de los seres humanos, a su salud emocional para prepararlos para desarrollarse en el mundo real en que les tocó vivir, con sus riesgos y con sus ventajas.

 

Ya que no podremos ofrecerles una vida fácil, hagamos todo el esfuerzo posible por dotarlos de la verdadera herramienta de éxito: la fortaleza emocional. La fortaleza emocional tiene que ver con la resistencia, es decir, con la capacidad de enfrentar exitosamente los problemas y los peligros, y lograr crecer y desarrollarse adecuadamente a pesar de las dificultades.

 

La fortaleza emocional, no es algo que se herede ni que se traiga ya asegurada: es algo que se va adquiriendo a lo largo de la vida. Desde etapas muy precoces, se van aprendiendo diferentes habilidades y estrategias que nos permiten ir ganando o no en fortaleza emocional.

 

Es la experiencia en la vida y con las personas significativas la que logra el milagro de transformar a un bebé en un ser humano con la suficiente fuerza interior como para enfrentar dificultades y salir airoso.

 

Por cierto que la fortaleza emocional ni nace con nosotros, ni depende de la instrucción ni del dinero, ni de la raza, clase social o religión. La fortaleza emocional se adquiere, se va aprendiendo desde etapas muy precoces de lo que el niño recibe de su entorno. En él las figuras preponderantes son los padres. Es a partir del vínculo entre padres e hijos que se integran los aprendizajes más importantes y básicos en este sentido, que llamamos modelo. Más adelante otras influencias empiezan a cobrar relevancia y aparecen otros adultos que también dejan su huella en la formación de cada uno: abuelos, familiares en general, cuidadores y docentes, y en este último caso hablamos de moldeamiento.

 

No menos importante es lo que los niños aprenden de otros niños, de sus pares amigos o hermanos que también pueblan su realidad emocionalmente significativa. La sociedad, la cultura imperante tiene también otros mensajeros de valores y de información que cada vez más precoz e intensamente representan otra influencia nada desdeñable en la formación de los niños: los medios masivos de comunicación.

 

Como padres o como docentes, lo que hagamos va a tener repercusión directa sobre el desarrollo emocional de los niños como seres humanos, como personas. Este es nuestro poder y nuestra responsabilidad. Será entonces, compartiendo tiempo y afectos, que lograremos trasmitir las enseñanzas más importantes. Cuando sienten el tacto de nuestras manos en una caricia oportuna, cuando expresamos alegrías, pesares y enojos, cuando ven lo que hacemos con nuestro tiempo y con nuestros afectos, cuando reciben una mirada, cuando nos alegran o nos desilusionan, es como irán construyendo esa estructura de sí mismos, con la que deberán enfrentar los embates grandes y pequeños de la vida.

 

Por eso es tan importante que seamos conscientes de nuestra capacidad de impacto en el futuro de nuestros niños y que nos sintamos responsables de su bienestar y fortaleza.

 

¿Tenemos que ser padres perfectos?

Por cierto que no. De hecho, no existe la manera de serlo. Pero tenemos que buscar nuestra propia manera de ser tan buenos padres y madres como podamos.

 

Dr. Gustavo Piñeiro

Psicólogo Clínico - Reg. Nº 1.224

Nueva Esperanza Bienestar Integral

E-mail: nuevaesperanzapy@gmail.com

Quesada Nº 5.818 - Villa Morra - Tel.: 66 00 70