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Las tareas escolares: ¿suyos, míos o nuestros?

18-09-2015

 "Cada inicio de curso, el mismo dilema: pasar horas con ellos ante los cuadernos o dejar que resuelvan solos sus problemas. La clave está en el término medio."

Todos los padres se ven un día u otro ante la tarea de ayudar a sus hijos a hacer las tareas escolares. Pero, ¿conviene ayudarles a hacer su trabajo o es mejor dejarles que ellos lo hagan solos hasta donde puedan? ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de cada postura? Los defensores de echarles una mano esgrimen el argumento de que así sacarán mejores notas. Los partidarios de dejar que los hagan solos defienden lo contrario: los niños solo se pueden volver autónomos si aprenden a defenderse por sí mismos. 
 
A cada edad, su ayuda
 
Las dos posturas tienen sus pros y sus contras, pero los extremos no son buenos. Entre la indiferencia y la omnipresencia, hay una tercera vía. El objetivo es ayudar al niño a arreglárselas solo, pero para ello conviene acompañarle en su crecimiento.
 
Hasta los ocho años, el pequeño necesita ayuda para organizarse y le podemos enseñar un método de trabajo sencillo. Debe aprender a aislar los datos del problema, a comprender el planteamiento y a utilizar las reglas o teoremas que se aplican en él. En el mejor de los casos, puede hacer solo los deberes, pero los padres tienen que comprobar el trabajo que ha realizado, escucharle decir lo que ha aprendido o leerle algo de lo que necesita escribir.
Entre los nueve y los 11 años, los métodos están, en principio, ya adquiridos. Pero algunos niños todavía necesitan que se les ayude a estructurarse y a pensar con rigor. No todos llegan en la misma edad al pensamiento formal (abstracción, razonamiento, deducción), tan indispensable para materias como las matemáticas.
 
A los 12 años, se considera que un niño debería ser capaz de prever y planificar los deberes de la semana, en función de la urgencia y de la cantidad de trabajo exigido. Igualmente, en la resolución, debería ser capaz de anticipar un resultado y de saber si es lógico o no. 
 
El papel de los padres no consiste, pues, en sustituir a los profesores, sino más bien en ayudar a adquirir ciertos mecanismos de reflexión, algo que puede hacerse de manera muy sencilla y cotidiana. Parar ayudar a anticiparse y a planificar, es suficiente, por ejemplo, con ponerle de vez en cuando en la cocina con nosotros para cocinar algo. Al hacer un pastel, el niño aprende a preparar de antemano todos los ingredientes y el material necesario, precalentar el horno y actuar con lógica. El espíritu de síntesis es otra cualidad indispensable, con la que también podemos ayudarle. Si cuenta su jornada escolar o comenta un libro que le ha gustado, conviene animarle a expresarse de manera lógica y concisa. 
 
El ejercicio puede complicarse según la edad. No hay que emplear mucho tiempo en los deberes. En la primera etapa de Primaria, no pueden exceder de media hora. En quinto y sexto, alrededor de una hora. Se debe evitar ir más rápido que el programa; las exigencias de los profesores son suficientes.
 
Además, hay que permitir al niño que se mueva durante el trabajo. Hasta los ocho o 10 años, algunos pequeños están llenos de tics y de gesticulaciones que les permiten tranquilizarse. Son necesarios descansos de algunos minutos si la agitación aumenta. Podemos alternar los momentos de trabajo (“ahora preparas el dictado” o “vas a aprender poesía”) con los de apoyo (“ahora yo te explico las instrucciones” o “¿tu resultado al problema te parece lógico?”). Y después del esfuerzo llega el consuelo. Tras acabar su tarea y ser comprobada por sus padres, puede irse a jugar.
 
Sin obsesiones
 
Un caso habitual es el de Ángel. Es domingo, última hora de la tarde y todavía no ha hecho los deberes. Su madre se pregunta si debe obligarle a trabajar tan tarde. ¿No será mejor que se acueste sin hacerlos? Como en esta ocasión han estado fuera de casa y se les ha hecho tarde, decide que el niño se acueste para que empiece bien la semana y le pone una nota al profesor diciéndole: “Por razones familiares, Ángel no ha podido terminar su trabajo. Hará los deberes el lunes por la tarde”. En caso de que el pequeño no hubiera hecho los deberes porque se ha olvidado el cuaderno de clase, hubiera sido mejor no dejárselo pasar. Su olvido se puede solucionar telefoneando a un compañero o pidiendo prestado el libro.
 
Más raro, pero posible es el niño que se obstina en hacer su trabajo, habla de sus notas en todas las comidas y parece obsesionado con las felicitaciones por sus calificaciones. En este caso hay que enseñarle a relativizar. El colegio es importante, pero no lo es todo. El niño debe ser capaz de cultivar otros centros de interés: el deporte, la pintura, los amigos... En casi todos los procesos de crecimiento, nuestros hijos necesitan apoyo. Si no se tiene tiempo para ayudarles, habrá que proporcionarles la ayuda necesaria.
 
Por ejemplo, se puede adquirir un CD de apoyo. En los catálogos de las editoriales especializadas, se valoran las mejores colecciones para Primaria. Pueden constituir una solución para resolver lagunas. Los niños cometen errores, pero pueden volver a comenzar las veces que quieran, consultar la ayuda o el manual del curso. Además, el profesor virtual no tiene inconveniente en repetir el tema una y otra vez. 
 
Sugerencias
 
En casa se debe organizar el cumplimiento de las tareas, de tal manera a no hacerlo todo en un solo día. Además, las tareas escolares no deben ser la única actividad entre padres e hijos, puesto que el núcleo familiar debiera reforzar en otros temas como valores, cultura, afectividad y aspectos de la personalidad. 
 
Los padres deben crear rutinas para los niños, como descansar, comer o correr en el parque antes de dedicarse a las asignaciones escolares. 
 
Los padres no deben hacer las tareas de sus hijos, porque estarían creando en ellos una permanente dependencia y enviando involuntariamente mensajes negativos que lastiman la autoestima del menor: “Tu esfuerzo no vale nada”, “Tú no sabes cómo hacerlo”, “Mejor déjamelo a mí” o “Yo lo hago mejor que tú” y cuyas consecuencias crea inseguridad en los hijos, afectando su personalidad, genera poca responsabilidad, carencia de interés y de atención en las clases.
 
Repase conjuntamente con sus hijos la lección después de que ellos la hayan estudiado, solicite a sus hijos que subrayen lo más importante del tema estudiado para reforzar esa área, vigile el área establecida para el estudio en la casa, establezca una hora fija para el estudio, muestre interés por la labor que sus hijos desarrollan en clases y haga que tomen una siesta antes de la hora de hacer tareas.