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PELEAS DE PAREJAS: ¿CÓMO AFECTAN A LOS HIJOS?

28-09-2012

Aunque las discusiones de pareja pudieran resultar comunes, conviene saber cómo y cuándo discutir. Hacerlo continuamente y frente a los hijos, pequeños o grandes, puede causar consecuencias graves con profundas huellas emocionales difíciles de sanar.

 

La convivencia diaria familiar, no es  tema fácil, especialmente en los actuales tiempos, donde pare­ciera que todo, lejos de suavizar­se, se complica cada vez más: fal­ta de tiempo para compartir con la familia, jornadas laborales y escolares cada vez más largas y exi­gentes, necesidad de que ambos padres se ausenten del hogar para trabajar, tráfico insoportable, etc. 

Al llegar a casa, lo que antes podría ser el remanso de paz, ter- 'mina en ocasiones por convertirse en un indeseado campo de batalla. Ambos cónyuges cargados por las múltiples demandas del día, pueden hacer del mínimo conflicto o discordia un ver­dadero problema, sin medir la desproporción que éste puede llegar a experimentar. Si a esto se añade que los reclamos, acu­saciones y/o confrontaciones desmedidas, se hacen frente a los hijos, sin ningún tipo de restricción o pudor, se está incurriendo en uno de los errores más dañinos, pero lamentablemente más comunes de la crianza de los hijos.

“Si los niños preguntan, explíqueles que es natural que a veces las personas discutan, pero que hay maneras adecuadas de hacerlo” 

“Separe a sus hijos del problema entre usted y su pareja. En una discusión, nunca induzca a que su hijo tome posición o partido hacia uno de los dos”

LOS NIÑOS CAPTAN TODO

Existe la falsa creencia por parte de los progenitores de que hay edades en que los hijos "no se dan cuenta" de las peleas, por lo que se toman la licencia de mani­festar situaciones de alta tensión con sus parejas, creyendo que los niños pasarán ilesos. 

Los niños, cada uno con su especial y única manera de percibir y enfrentar el mundo que les rodea, captan, y sacan conclu­siones, de lo que frente a él está sucediendo: sea algo maravi­lloso, o algo fatal. En ningún momento están inmunes, mucho menos a las discusiones que sus padres tienen frente a ellos. 

El enfrentamiento entre los padres entraña una gran deman­da de tensión sobre los hijos, en primer lugar, porque los obliga a tomar partido por alguno de los progenitores, encon­trándose frente a la lesiva necesidad de dividir su amor incli­nar su preferencia hacia uno de los dos - nada más injusto para un niño o adolescente. 

“Los niños sienten una gran preocupación, angustia e incertidumbre frente a las peleas de sus padres y, debido a la fantasía propia de la niñez, pueden suponer o sacar conclusiones perturbadoras y a menudo alejadas de la realidad como creerse responsables del conflicto”

CUÁNDO Y CÓMO DISCUTIR

 

El conflicto puede fungir como un medio de aviso cuando algo no marcha bien y necesita resolverse, lo cual, si se maneja de forma adecuada, es normal dentro de toda relación humana y especialmente en la relación de pareja. Por lo tanto, no se trata de evadido o reprimido. En el mejor de los casos lo que debe evi­tarse es llevar un conflicto o diferencia a la dimensión de pelea o agresión y mucho menos hacerlo frente a los hijos. Pero ¿dónde debemos trazar la línea que delimite cuándo debe suspender una discusión por una diferencia de opinión antes de que se transforme en un enfrentamiento violento con agresión verbal e incluso física? El tema conlleva a tantas posibilidades como rea- dones existen, pero así como cada familia es única, y tiene sus códigos propios de comunicación, hay también unas leyes que podríamos mencionar como universales del buen vivir familiar:

1) No proponga a su pareja temas que impliquen tensión o reclamos cuando fa familia esté reunida.

2) Si una conversación con su pareja comienza a acalorarse frente a los hijos, retírese a un lugar aparte donde puedan hablar (o discutir) libremente sin ser vistos ni escuchados por los hijos.

3) Nunca pida tomar posición a sus hijos ante una pelea con su pareja.

4) No se comporte como si los hijos no estuvieran presentes, tenga cuidado al dar rienda suelta a su agresividad, trate de descargarse a solas, donde no haga daño a otros ni a usted (enciérrese en la habitación, golpee a un cojín, etc.) luego, más calmado o calmada, retome el tema de discusión.

5) No exprese su malestar con gritos, haga un esfuerzo por "hablar" y expresar coherentemente su disgusto, si siente que no puede, es mejor que se retire por unos momentos hasta "enfriarse" un poco.

En cualquier estadio evolutivo del niño y adolescente, el entor­no que le rodea es de vital importancia para su desarrollo: crea y refuerza su autoestima, identidad, sentido de pertenencia y sobre todo sirve de modelaje para enfrentar el mundo y los re­tos que éstos conllevan. 

La próxima vez que vaya a pelear con su pareja frente a sus hi­jos, deténgase por un momento y piense que usted puede estar infligiéndole una honda huella emocional, dolorosa y difícil de sanar a su hijo o quizás lo esté enseñando cómo resolver sus problemas en el colegio, con sus amigos, con las figuras de au­toridad, y en el futuro, con su pareja.

Fuente. Espacio Familiar