Muchas veces nos encontramos con el problema de querer hablar con nuestros hijos cuando son adolescentes y nos resulta complicado e incluso a veces imposible iniciar una conversación con ellos. Para conseguir una buena relación con nuestros hijos, es importante lograr una buena comunicación y que ellos sientan que podemos comprenderles y que somos capaces de ponernos en su lugar validando y respetando sus emociones.
En importante aprender a escuchar a nuestros hijos, desde las edades más tempranas, porque de este modo aprenderán una manera adecuada para compartir sus pensamientos y sentimientos y a su vez aprenderán a escuchar y oír lo que tratamos de enseñarles.
Debemos de tener en cuenta distintos aspectos para que la comunicación se dé de forma apropiada y especialmente entender que es muy importante que mi hijo se sienta escuchado.
Lo primero de todo es recordarle diariamente mediante frases sencillas que siempre que necesite ayuda, podrá contar con nosotros. Casi todos pensamos que esto ya lo hacemos, o creemos que el niño lo sabe sin necesidad de repetírselo, pero no siempre es así y es de suma importancia recordárselo con frases sencillas, como por ejemplo: “Siempre que lo necesites, sabes que mamá y papá estarán dispuestos a escucharte. Puedes contarme todo aquello que te inquiete o te preocupe” dándole la libertad al niño para acercarse a nosotros siempre que quiera.
Lo segundo es tener en cuenta, que si lo que voy a hacer es fomentar con mi hijo una buena comunicación deberé de pensar que para ello es imprescindible encontrar un momento adecuado para hacerlo. Intente reservarse cada día un instante para charlar individualmente con su hijo, en el que sepa que va a poder prestarle la atención adecuada, aunque solamente sean 5 minutos antes de irse a dormir. Recuérdele que tienen ese rato para hablar y lo más importante, usted no lo olvide.
Cuando su hijo llega del colegio y está haciendo la cena, o preparando un proyecto importante para el trabajo, o dedicándose a asuntos personales y éste le dice: “Papá, mamá, hoy en el cole la profe me ha puesto un punto positivo porque he sido el más rápido en hacer el ejercicio que me han mandado” en ese momento, mi hijo está reclamando mi atención, está intentando mostrarme su satisfacción, es decir, sus sentimientos e inquietudes, intentando iniciar una comunicación e incluso reclamando nuestra aprobación, pero quizás, no sea el momento más adecuado para prestarle toda la escucha que requiere ya que estoy concentrado en otra actividad. Solemos caer en el error de contestarle únicamente, a veces sin dirigir nuestra mirada a ellos: “¿Si?, que bien, me alegro”. Por supuesto que nos alegramos, pero no estamos ayudando a reforzar una comunicación de calidad con nuestro hijo y tampoco reforzamos que esa conducta de contarnos las cosas se mantenga o aumente en el tiempo.
Pero, ¿qué puedo hacer si no puedo atenderle siempre que él me lo pida?
Es importante que en el momento en el que nos demos cuenta de que nuestro hijo nos está dando pistas de que algo le está preocupando, valoremos si puedo sentarme con él a hablar, en un lugar privado. Si no hay otro remedio que aplazar la conversación, es conveniente que le avise que más tarde si podré hacerlo: “Ahora mismo no puedo porque estoy haciendo otra cosa y no voy a poder prestarte toda la atención necesaria, pero, cuando termine podemos hablar sobre el tema, si te parece antes de cenar”. Su hijo no habrá podido expresarle en ese momento lo que quería, pero sabe que más tarde será escuchado.
En el momento que vaya a hablar con su hijo intente prestarle la máxima atención posible. Mírele a los ojos e intente escuchar de forma activa.
No es lo mismo escuchar, que oír. Oír es simplemente percibir sonidos, pero escuchar es entender y comprender aquello que oímos. Esto implica intentar comprender lo que la persona que nos habla quiere transmitirnos, sus sentimientos, emociones y pensamientos.
Es fundamental que intentemos ponernos en el lugar de nuestro hijo cuando éste nos hable para así poder comprender sus emociones. No significa que debamos de estar de acuerdo en todo lo que nos dice, sino que seamos capaces de respetar sus sentimientos. Nuestro hijo aprenderá a confiar en nosotros y acudirá cuando tenga algún problema y no temerá únicamente que podamos recriminar sus conductas negativas.
Es muy positivo que cuando escuchemos a nuestro hijo utilicemos palabras como: entiendo, comprendo. Debemos tolerar los sentimientos que nos exprese. Quizás esté dolido o enfadado y de poco servirá decirle: “no te preocupes, ¡si eso no es nada!” porque de este modo creerá que restamos importancia a aquello que nos está contando o que no entendemos nada de lo que nos está diciendo. Será preferible utilizar frases como: “Entiendo que te sientas así”, “comprendo por lo que estás pasando”, “debe de ser duro”, “debes de estar muy contento por ello”
Es fundamental evitar darle consejos continuamente. Tendemos a actuar de forma protectora, y preferimos aconsejar lo que para nosotros creemos que debe de hacer. Es mucho más positivo que sea el niño el que intente llegar a una solución, guiada por nosotros mediante preguntas, para que el menor reflexione y sienta que el que decide es él y no somos los padres los que le decimos lo que debe o no hacer.
Es importante no distraernos mientras nos habla, no interrumpirle mientras nos cuenta lo que tiene en mente, no juzgarle e intentar no terminar sus frases porque impedimos que se exprese. Evitaremos contar “lo que a nosotros nos pasó cuando…” ya que quizás lo único que necesite solo sea hablarnos. ¡Simplemente hay que escuchar!
Si le interrumpe, que sea preferiblemente para aclarar algunas cosas y para que el niño sienta interés en continuar hablándole: “¿qué paso después?, “qué fue lo que te dijo”, “y tú ¿qué pensaste?”, “A mí la verdad que me hubiera alegrado mucho también”, “debiste de sentirte un poco mal, ¿verdad?”. No es cuestión de preguntarle acerca de todo, ya que hará que el niño se sienta incómodo, solo aquello que creamos que pueda ser importante para él.
Cuando termine de hablarle, muéstrele su agradecimiento por haber compartido con usted algo tan valioso e importante para él y dígale que para usted también lo ha sido. Utilice frases como: “Gracias por contarme esto”, o “Imagino que no habrá sido fácil para ti contarme esto. Me encanta que puedas contar conmigo para contarme aquello que te alegra o preocupa”.
De esta manera no aseguramos que su hijo le cuente absolutamente todo aquello que piense o sienta, pero si aumentará la probabilidad de que quiera volver a hacerlo.
Fuente: Salud mental.info